SALUD MENTAL
CUATRO PASOS PARA ALCANZAR LA AGILIDAD EMOCIONAL
Como enfrentar la crisis global de salud mental que se avecina
Susan David dice que vivimos en una “tiranía de la positividad”, asegura la psicóloga estadounidense Susan David: “La sociedad exige que los enfermos se mantengan optimistas, que las mujeres no muestren ira y que los hombres no lloren”, señala. Según sus investigaciones, la mayor parte de las personas se juzgan a sí mismas por sentir emociones “negativas”, como el enfado, la decepción o la tristeza. Pero reprimir o negar estas emociones las hace más fuertes, y nos conduce al bloqueo.
La psicóloga Susan habla de cuatro pasos para alcanzar la agilidad emocional en una entrevista a la BBVA. La agilidad emocional que es la capacidad de convivir con nuestros pensamientos, emociones y recuerdos de forma saludable, de manera que esto nos ayude a vivir siendo coherentes con nuestros valores.
¿Qué recomendarías a los maestros en la escuela…?
. ¿…y a los padres, en casa, para que los niños aprendieran a ser emocionalmente ágiles?
EN PRIMER LUGAR, exteriorizar:
Hacer que nuestros hijos muestren sus emociones no se trata de decirles: “No estás enfadado de verdad”. Ni: “Dices que estás enfadado, pero creo que en realidad tienes hambre”. O: “Sé que te asusta hacer tal cosa, pero no te preocupes por estar asustado, porque todo saldrá bien”. ¡No! Tu hijo se siente triste o enfadado, y es posible que no entiendas por qué, pero es necesario que aprendamos a aceptar cómo se siente. Gracias a la investigación sabemos que cuando un profesor o un padre permite que el niño muestre sus emociones, básicamente está diciendo: “Estoy aquí, te veo. No intento dejar a un lado lo que sientes. Veo lo que te pasa”, inmediatamente tiene lugar una disminución de la intensidad de esas emociones. Eso es “mostrar o exteriorizar”.
SEGUNDO: alejarse. Ya hemos hablado de esto para los adultos. Es cuando tomas algo de distancia, cuando escribes, o cuando ves de una forma más objetiva tus propias emociones. También podemos ayudar a nuestros hijos a hacerlo. Un ejemplo: a menudo, los adultos usamos etiquetas como “estresado”. “Estoy estresado”. Esa es la etiqueta más común que usamos. Pero hay todo un mundo de diferencias entre el estrés y la desilusión. O entre el estrés y “estoy en el trabajo equivocado”. Sabemos que, como seres humanos, etiquetar o nombrar nuestras emociones con mayor precisión, nos ayuda a activar nuestro potencial de disposición. Y eso nos permite entender por qué sentimos lo que sentimos y decidir qué podemos hacer al respecto.
Asique podemos Ayudar a nuestros hijos a decir: “¿Es tristeza… o estás frustrado?”. “¿Te da rabia que Jack no juegue contigo o te sientes rechazado?”. ¿Cuál es exactamente la emoción que está ahí? Y, por supuesto, dependerá de la edad, las etiquetas de un niño de dos años serán más sencillas que las de un adolescente de 16, pero es algo muy potente.
LA TERCERA parte de la agilidad emocional que explico a los adultos es la que yo llamo “preguntarte tus porqués”. Se trata de decir: “¿Cuáles son mis valores? ¿Quién quiero ser en esta situación?”. Así que, si estoy frustrada en el trabajo porque me importa mucho el crecimiento profesional, ese es un signo de mis valores, y esto me permite preguntarme: “¿Cómo puedo crecer más en mi trabajo?”.
¿Cómo podría cambiar las cosas para lograr un mayor crecimiento en el ámbito laboral?”. Eso es “preguntarte tus porqué”. Esa importancia de los valores y de entender que son esenciales para nosotros. Lo mismo con los niños. ¿Cómo empezamos a desarrollar su sentido del carácter, su esquema de valores o la idea de que, cuando todo el mundo les dice que hagan algo, son ellos los que tienen suficiente criterio para decir: “Elijo hacer esto porque siento que es lo adecuado”?
¿Cómo lo hacemos entonces con los niños? Que exterioricen sus emociones, después los ayudamos a tomar un poco de distancia, a poner nombre a lo que sienten, y empezamos a hacerles preguntas clave: “Dijiste que Jack no quería jugar contigo y que te sentiste rechazado. Eso es porque la amistad es algo importante para ti”. Ese es el valor del niño. “¿Qué es la amistad para ti? ¿Qué tipo de amigo quieres ser mañana, cuando llegues al cole? ¿Cómo vas a actuar en esta situación?”. Cuando un niño no es emocionalmente ágil, normalmente contesta: “Jack no quiere jugar conmigo. Yo tampoco jugaré con él”.
Lo que estás haciendo es enseñarle a tu hijo a poner nombre a sus emociones y a hacer elecciones conscientes sobre cómo quiere actuar en esa situación.
CUARTA PARTE de la agilidad emocional, que también hemos comentado al hablar de los adultos, es avanzar.
Avanzar es: ¿cómo vas a hacer cambios profundos, en cada situación y en tus hábitos?
Creo que son habilidades importantísimas, y el mismo modelo de agilidad emocional, los mismos procesos, funcionan tanto en adultos como en niños. Y me pareció fundamental porque nos enfrentamos a una crisis global de salud mental, y los niños tienen que estar equipados para poder lidiar con su propia mente, con su bienestar y sus emociones de una manera que creo que es absolutamente esencial para su futuro, y también para el futuro de la sociedad, para su futuro laboral, y que les va a permitir crecer como personas que contribuyen, como miembros responsables de la sociedad, capaces de lidiar con la complejidad y los cambios… Son habilidades fundamentales.
Posdata: Susan David es una de las psicólogas estadounidenses de mayor reconocimiento en el campo de la gestión emocional y la psicología del bienestar. Sus trabajos de investigación sobre agilidad emocional irrumpieron con fuerza en el ámbito de la psicología a nivel mundial. Es cofundadora del Instituto de Coaching del ‘McLean Hospital’ (Massachusetts) y también autora de varios títulos, entre los que destacan el ‘Manual de Oxford para la felicidad’ (2014) y ‘Agilidad emocional: despegar, abrazar el cambio y prosperar en el trabajo y la vida’ (2016).
By: Salvador Claros
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