El mal concepto de ayudar a la mujer en los trabajos de la casa

 Alberto Soler. Psicólogo y Máster en Psicología Clínica y de la Salud, habla de el concepto del hombre moderno que ayuda a su mujer en casa ya está muy obsoleto. Porque cuando se dice que ayudamos a las tareas de casa, estamos dando por sentado que es responsabilidad de la mujer, no del hombre. El concepto técnico es que el hombre se «corresponsabiliza» de aquello que es su responsabilidad. El hombre va al supermercado porque va a comer también. Si el cocina, es porque va a comer también esa comida y porque no quiere que nadie en casa pase hambre. Se responsabiliza de las tareas que son de el también. Cuando el marido le dice que ayuda a hacer las camas». ¿Cómo que ayuda a las camas? Es su responsabilidad hacerlas. Es necesario incidir en que los hombres no pueden ayudar en algo que es su responsabilidad. No es bueno, darle un modelo a los hijos en el cual ellos piensen que la cocina y limpiar el baño es cosa de la mujer. Que el hombre, simplemente el estar sentados en el sofá viendo el fútbol, ese es su rol como padre. No, los padres son mucho más que eso. Los padres no solamente proporcionan recursos como se hacía antes, sino que los padres educan, coeducan, y lo hacen de una manera emocional. Transmiten emociones, transmiten valores, y tienen que hacerlo de esa manera compartida en el núcleo familiar, que sea de uno o de otro, todo se puede compartir. Hay algo que va más allá de eso. El mal concepto que la mujer es AYUDA IDONEA. La palabra “ayuda” que se usa en Gn. 2:18 en la creación de la mujer es “ezer”. Quiere decir “el o la que salva”, “el o la que auxilia/socorre”. Se emplea 20 veces en el A. Testamento. En la mayoría de ellas describe a Dios socorriendo al hombre (Ex. 18:4, Dt. 33:7, 26, 29, Sal 33:20). En ninguna ocasión se emplea la palabra “ezer” asociada a la “subordinación” de la mujer hacia el hombre.


Si eso lo podemos tener un poquito integrado, lo que todavía se nos pasa mucho por encima es el tema del marido voluntarioso. Esto se ve mucho en las iglesias de Cristo, esto es una paradoja. Llega la pareja a consejería pastoral y ella se queja: «Tú no haces nada en casa…». Y él dice: «Si tú me dices ‘haz esto’, yo lo hago». Y él, el pobre, no se entera de lo que está pasando. «Si tú me dices que ponga la lavadora o que prepare la cena, yo la pongo». Y es verdad, es muy voluntarioso. Pero ahí lo que él no está entendiendo es un concepto muy importante, el de la carga mental. Esto existen en la mayor parte de parejas y preguntas: ¿Quién lleva en la cabeza el calendario de las visitas al médico? Y lo lleva ella. ¿Quién sabe cuántas veces al año hay reunión con los maestros de nuestros hijos?... Es algo que las mujeres llevan de manera casi exclusiva. Es lo que se llama «carga mental». Y donde esta que el hombre es la cabeza del hogar? Cuando en Ef.5:23 se habla del marido como “cabeza” de la mujer, se emplea el término “kefalé” que significa “fuente”. Así como “cabecera de río” o “cabecera de valle”. En ningún escrito griego del siglo I, ni dentro ni fuera del Nuevo Testamento, se emplea kefalé en el sentido de “autoridad”. En Efesios 5:23 se habla que hay un vínculo muy fuerte de unión entre el hombre y la mujer, porque, en la creación, Dios usó al hombre como fuente de vida de la mujer (Gn. 2:22), así como en la redención Cristo es fuente de vida de la Iglesia. La enseñanza de Efesios 5:23 no es la “autoridad” del marido sobre su esposa; sino la unión entre ambos.

Cuando en Ef.5:22 se habla de las esposas “sujetas” a sus maridos, se utiliza la forma pasiva del verbo (jupatasso) que implica “seguir voluntariamente el ejemplo del otro”, antes que la forma activa del mismo (jupakúo) que implica subordinarse.

Entonces, esa carga mental pesa. Porque no tiene que llevar en la cabeza solamente sus asuntos personales, asuntos de trabajo, sino toda esa coordinación y gestión doméstica. Cuando la mujer lleva todo eso en la cabeza y de repente llega tan voluntariosamente el marido y dice: «¿Qué es lo que hago?». Y dices: «¿No tienes ojos?». ¿Está el cesto de la ropa sucia desbordado? ¡Pon la lavadora! ¿Ya ha acabado la lavadora? Recógela, tiéndela. ¿Ya está tendida? Dobla la ropa. ¿La ropa ya está? Prepara la cena si tienes hambre. ¿No sabes que vamos a cenar? ¿No sabes que toca bañar a los niños? Es necesaria una participación más activa.

Hay una clave, para intentar atajar los conflictos por las tareas domésticas. Muchas veces se enfoca mal. Con muy buena voluntad, las parejas ponen en la nevera, porque las cosas importantes en casa se ponen en la nevera, es como las tablas de la ley de Moisés. Hacen un reparto: «Lunes, miércoles y viernes, cocinas tú. Martes y jueves, yo». Eso dura cuatro días. ¿Por qué? Porque repartir tareas no funciona. Lo que sí funciona de verdad es homogeneizar el descanso. Y eso es muy sencillo. En casa no puede estar uno descansando mientras el otro esta lavando los platos. Porque siempre hay cosas por hacer. 

 Tenemos que compartir el tiempo de descanso. Si no lo compartimos, al final, no hay justicia, no hay igualdad, no hay corresponsabilidad en casa. ¿Que estoy muy cansado? Entonces le digo: «Mira, cariño, deja los platos. Mañana por la mañana te encargas tú o yo pero vamos a sentarnos a ver la tele. ¡Uf! ¡Menudo día que hemos tenido hoy!». Y, además, compartimos juntos ese tiempo de descanso. Eso fortalece la relación de pareja, eso mejora el clima familiar y, por supuesto, estamos dando un modelo de corresponsabilidad a nuestros hijos.

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