¿Por qué nos enamoramos? ¿Y por qué sentimos
atracción por unas personas y no por otras? Poner el amor bajo el microscopio
de la ciencia, ese ha sido el objetivo de la neurobióloga y antropóloga Helen
Fisher durante casi 30 años.

La mayoría de la gente que me pregunta por el amor
se refiere al amor romántico, que tiene unos rasgos muy particulares. Lo
primero que pasa cuando nos enamoramos es que todo cobra, como yo digo, “un
significado especial”. Todo en esa persona es especial. Su coche es diferente
al de los demás en el aparcamiento, la calle en la que vive, la música que
escucha… Todo sobre él o ella de repente se vuelve especial. Después, te
focalizas en esa persona. Sabes lo que no te gusta, pero lo dejas totalmente a
un lado y te centras solo en lo que te gusta.
Lo que descubrimos en nuestros datos, cuando
pusimos en el escáner a gente que se acababa de enamorar, es que es fácil ver
el circuito cerebral del amor romántico. Sin embargo, la región cerebral
relacionada con la sensación de apego, de cariño, no se activaba en absoluto.
Solo después de varios meses, normalmente unos diecisiete (que es cuando de
verdad conoces a alguien, te transmite seguridad, confías en esa persona, la
respetas y te respeta, te hace reír, hacéis cosas juntos), es cuando empiezas a
sentir esa conexión cósmica… ahí es cuando crece el vínculo del apego. Así que
el amor romántico es fácil de explicar, ¡bum! Se puede activar rápido, como el
sistema del miedo o de la ira. Pero el apego va creciendo.
La idea de que el amor es ciego… También
tiene una base neurológica.
Esta región
cerebral, justo detrás de la frente, rige la toma de decisiones, la
planificación. La actividad en esas regiones se desconecta para que puedas
obviar todo tipo de cosas sobre esa persona. El amor puede ser ciego porque
esos centros cerebrales se desactivan y no dicen: “Espera un segundo, está
casado” o “un momento, vive en otro país, no va a volver, será un amor de
verano”. Superas esas alertas cerebrales diciendo: “¡Oh! ¡Qué mono! ¡Qué gracioso!
¡Qué majo! ¡Qué bien besa!”. Y las regiones de toma de decisiones se van
apagando. Es una de las razones por las que le digo a la gente “si te estás
enamorando locamente de alguien, conócelo bien y espera un par de años antes de
asentarte con esa persona”. Porque mientras vas conociendo a alguien, mientras
crece el vínculo, o a medida que ves problemas en la relación, la actividad
volverá a esas áreas de la toma de decisiones en tu cerebro y podrás empezar a
verlo más claro. Pero el amor es ciego.
Antes de meter a las personas en el escáner
cerebral, les hago muchas preguntas, porque son máquinas muy caras, se tarda
bastante tiempo y tengo que asegurarme de que están enamorados. Y les pregunto:
¿qué es lo que no te gusta de él o de ella? Y saben decir perfectamente qué es
lo que no les gusta, pero lo pasan por alto y se centran exclusivamente en lo
que les gusta. El amor es ciego, el poeta Chaucer tenía
razón.
By: Salvador Claros
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