Diez ideas para educar

Escuche al filósofo Carlos Zubieta en una ponencia sobre educación-filosofía y preguntaba:

¿Qué diría Sócrates a los padres y madres de hoy? ¿Cómo resolverían los filósofos clásicos un conflicto cotidiano con nuestros hijos? Carlos Goñi Zubieta lleva más de 25 años uniendo la filosofía a la educación, aportando claves útiles a los padres a la hora de educar a sus hijos. Todo ello junto a su mujer, la psicóloga y pedagoga Pilar Guembe.


   Oliver Preston decía que la filosofía es el sentido común en traje de etiqueta, creo que el sentido común, es el gran olvidado, y muchos padres, aunque parezca mentira no lo utilizan. Por eso, ¿la filosofía qué nos da? podríamos resumirlo como un famoso cocinero que dice: «Cocinar con fundamento», pues la filosofía lo que nos da es fundamento.

  Carlos Zubieta habla de 10 máximas de la educación

La primera máxima para educar con filosofía es la coherencia: un ejemplo vale más que mil palabras. ¿Qué tenemos que tener en cuenta?, un ejemplo vale más que mil palabras, es la coherencia. Los padres debemos ser coherentes porque los hijos ven lo que decimos y oyen lo que hacemos. Entonces, lo más importante es ser coherentes entre lo que decimos y lo que hacemos, entre lo que pensamos y lo que decimos ¿qué educa más, lo que se es o lo que se hace? Es una pregunta filosófica bastante interesante .Es muy importante hacer esa diferenciación cuando estamos educando.

 Segunda máxima: los hijos nos necesitan para llegar a no necesitarnos, y esto a los padres les cuesta entenderlo. Somos imprescindibles para llegar a ser prescindibles, para que ellos sean autónomos. Si no conseguimos esa autonomía, no hemos llegado a educar.

 Tercera máxima: todos los padres quieren a sus hijos, es evidente, pero no todos saben quererlos. Darles todo lo que quieran, el mimarlos, no dejar que tropiecen, etcétera, etcétera, no es quererlos bien, porque no queremos su bien, queremos nuestra tranquilidad. Entonces, no todos los padres saben querer.

 Cuarta máxima: el mayor enemigo de la educación es la prisa. Tenemos que, siguiendo el ejemplo del cocinero, cocinar a fuego lento. No querer quemar etapas. Mi hijo tiene que ser el primero en leer, el primero en… no, tenemos que respetar esa evolución normal, natural, de la educación. No tenemos que forzar.

 Quinta máxima: para extinguir una conducta, lo mejor es ignorarla. Es un principio, digamos, psicológico, conductista, si quieres, tú lo sabes, pero es así. Los niños lo que hacen es querer llamar la atención, nuestra atención. Entonces, las típicas rabietas sabes que la forma de extinguir esa rabieta es ignorarla. Lógicamente, con sus connotaciones, no podemos pasar del asunto.

Sexta máxima: toda ayuda innecesaria es una limitación. Si ayudamos de manera innecesaria, sin necesidad de hacerlo, estamos limitando a nuestros hijos. No podemos hacer lo que ellos pueden hacer. Es más fácil, lógicamente, hacerles la cama que hacer que se hagan la cama, pero si conseguimos que se la hagan no les estaremos limitando. Nos pasamos otra vez de proteccionismo.

Séptima máxima: sería que nos tenemos que adecuar a las circunstancias, a la edad y al lenguaje del niño. Tenemos que ponernos no a su nivel, sino en su nivel. No nos podemos poner a su nivel porque nosotros somos los que tenemos que educar, lógicamente, pero si en su nivel. Lo típico cuando un niño pequeño te agachas para decirte algo, lógicamente tienes que mantener… te tienes que adecuar. Tenemos que vigilar mucho lo que decimos y cómo lo decimos y adaptarnos a esas circunstancias. La educación es personalizada siempre, es de persona a persona. No podemos educar a granel. No es café para todos, sino cada hijo tiene sus circunstancias. Cada hijo tiene su manera de ser, su manera de entender las cosas, etcétera.

Octava máxima: convertirnos los padres en juguetes para los hijos. Es decir, jugar con ellos. El juego es el disfraz del aprendizaje. Están aprendiendo jugando. Recuerdo un anuncio de hace mucho tiempo que había un niño sacando los juguetes, los paquetes y de repente encontró un palo: «Un palo», gritaba. Entonces, al abrir el regalo decir: «Un padre, o una madre para jugar». Necesitan jugar.

"Los hijos nos necesitan para llegar a no necesitarnos. Los padres somos imprescindibles para llegar a ser prescindibles, para que ellos sean autónomos"

Novena máxima, penúltima máxima, sería que la educación necesita la mediación del afecto. No se puede educar, yo diría ni educar ni enseñar, si no media el afecto. Si yo no quiero a esa persona a la que estoy educando, no la educaré. De hecho, cuando recordamos a los profesores, ya no hablo de educación de padres a hijos, sino de profesores, recordamos a aquel que tuvimos una relación afectiva, que nos dijo algo a nosotros, no a la clase, sino que una vez nos dijo algo personalmente a nosotros.

Décima máxima, ¿qué es lo más importante en la educación de los hijos? Pues la respuesta sería la educación de los padres. En la época en la que estamos no vale con tirar de buenas intenciones, de mucho cariño, que hay que ponerlo, lógicamente, de sentido común, sino que los padres tienen que aprender también a ser padres. Tienen que formarse

  Estas, de alguna manera, serían esas diez máximas, que podrían ser más, y que van saliendo, lógicamente, para educar con filosofía y con fundamento.

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